El día que me oigas.
Nunca amaré la tierra
ni el sueño en las esperas,
diré no a las doctrinas del miedo
y en el siguiente preludio
-aunque duela-
acogeré la soledad de otro inicio.
A mí las horas se me han terminado
y la oscuridad dura ya más mil años.
Créeme cuando intuyo
que todas las guerras terminan en lugares
donde la gente sonríe a tu llegada.
Créeme cuando te digo
que la locura – tan perseguida-
es la mayor expresión de lucidez.
Y que la vida, la vida chico, no está hecha de futuros.
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