Inflige un dolor inescrutable
saber que uno vivirá.
Nada apacigua la pesada carga
de esos días inundados
con recuerdos infames
que saquearon en un reflejo nocturno
la verdad que quisimos soñar.
Y tal vez ni eso fue.
Ejércitos imbatibles de tiempo
rodean la cama
la luz es solo el truco perfecto
de una sombra oscura
que sonríe perversa mientras
espera paciente que nos rindamos.
Quizá uno piensa en los años
de la nada como un armisticio
ves el cuerpo helado y tétrico y piensas
si habrá valido la pena.
Cuánto tiempo cabe en esa pregunta.
Pero ya sabes que los días son abogados
de la noche que nunca dejan de pleitear
con la contradicción.
A veces la duda es más intensa todavía
aprieta salvaje en la herida
nos invita a un trago y a otro
observando en silencio
los ríos de sangre encharcada.
Y no se sabe muy bien
porque abrazamos así a la locura.
Los ojos de una vieja decrépita y hermosa
-tan solo hueso y desnudez-
que miran limpios casi idos del mundo.
Nos perturba no saber cómo
lo ha conseguido.