Los dos amigos estaban subidos en el capo de un coche abandonado en el mirador de la sierra. Todos los días después de salir del instituto solían ir aquel lugar tranquilo. No era algo preestablecido, pero era una rutina que ninguno de los dos se hubiera saltado. Víctor era muy despierto y avispado, se le daba bien todo lo relacionado con los números, las matemáticas, quería ir a la universidad, tenía muy claro las cosas y sabia que cuando se le presentara la oportunidad se marcharía de aquel pueblo. David era todo lo contrario, siempre estaba en las nubes, nunca se habita interesado por los estudios, aunque le encantaba leer, quizás por eso la asignatura de literatura española era la única con la que mostraba cierto interés. Pese a sus diferencias notables, no podían vivir el uno sin el otro, se complementaban. No tenían secretos entre ellos, cuando alguno creía que algo interesante había sucedido iba corriendo a decírselo a su mejor amigo.
En verano, que era la mejor época del año, sobretodo porque el pueblo se llenaba de turista, los dos muchachos aprovechaban para intentar ligar con alguna extranjera. Víctor que tenía más labia tomaba la delantera, no tenia vergüenza, se fijaba un objetivo y lo perseguía hasta conseguirlo, David por el contrario, era tímido y esas situaciones le resultaban tremendamente incomodas, seguramente hubiera sabido tratarlas mejor que Victor, pero el miedo que sentía le impedía dar ningún paso.
– La vida es una mierda.
– Bueno, a veces no tanto.
– No te engañes, es una mierda siempre.
– Acuérdate de aquel día cuando ligaste a la Brigitte esa.
– Fueron un par de beso y luego no paso nada.
– Yo creo que estaba enmaromada de ti.
– Tú eres tonto, como se va enamorar de mi, si ni siquiera follamos.
– Que burro eres, que tendrá que ver eso con el amor, me fije como te miraba. Creo que es lo más interesante que me ha pasado en este puto pueblo y encima no ha sido a mí.
Después, cuando empezaban otra vez las clases, todos se marchaban y los dos adolescentes volvían a odiar aquel lugar con todas sus fuerzas. En aquel pueblo, abandonado y sumido en el profundo aburrimiento, tener un amigo fiel con quien pasar las horas muertas era lo más parecido a la felicidad.